D.O. MONTILLA – MORILES
Nuestros vinos fusionan tradición e innovación, historia y pasión; emociones que nacen de la tierra, continúan en bodega y se disfrutan en torno a una copa.
Los vinos generosos de la Denominación de Origen Montilla – Moriles constituyen un mundo aparte dentro del universo de la enología. El fino, el amontillado, el oloroso, el Pedro Ximénez… son inimitables, patrimonio exclusivo de un marco que no puede trasladarse a ninguna otra región de España.
Junto con el suelo y el clima, su distintiva identidad surge del predominio de la uva Pedro Ximénez, el envejecimiento bajo velo de flor en nobles barricas de roble americano y el tradicional y genuino sistema de soleras y criaderas.
En la provincia de Córdoba, el río Guadalquivir, el Guadajoz, las sierras subbéticas y el río Genil delimitan una zona de blancas y onduladas albarizas, suelos calizos con una extraordinaria capacidad para retener la humedad y así afrontar el riguroso estío andaluz.
Veranos largos, calurosos y secos que alternan con inviernos cortos; diferencias térmicas muy acentuadas entre el día y la noche; alrededor de 3.500 horas de sol anuales y precipitaciones de aproximadamente 250 mm anuales.
Estas peculiares características de tierra y clima hacen que la vendimia en Montilla – Moriles se inicie a finales de agosto, siendo así la vendimia más temprana de España.
Quizás la mayor singularidad sea el predominio de la uva Pedro Ximénez, que otorga a los vinos generosos y dulces naturales intensos aromas y una compleja paleta de sabores.
La uva P.X., de piel fina, casi transparente, alcanza tal punto de madurez que su mosto suele entrar en los lagares con alto contenido de azúcar, lo que, tras su fermentación, genera un vino con un porcentaje de alcohol natural de 15 grados. Esto permite que el vino pueda pasar a las criaderas sin necesidad de añadir alcohol vínico, como ocurre con finos de otras Denominaciones.
El arte de elaborar vinos en Montilla–Moriles se expresa a través del tradicional sistema de criaderas y soleras, un método de crianza excepcional.
Generación tras generación, tras la obtención de los mostos, el vino se envejece en escalas superpuestas de botas, situándose las que contienen el vino más viejo en el suelo (solera) y cuando el vino se extrae de estas botas para su embotellado, se reemplaza con el vino del nivel inmediatamente superior (primera criadera), la cual a su vez es refrescada con la segunda criadera, y así sucesivamente hasta llegar a la última criadera que contiene el vino más joven.
El arte de elaborar vinos en Montilla–Moriles se expresa a través del tradicional sistema de criaderas y soleras, un método de crianza excepcional.
Generación tras generación, tras la obtención de los mostos, el vino se envejece en escalas superpuestas de botas, situándose las que contienen el vino más viejo en el suelo (solera) y cuando el vino se extrae de estas botas para su embotellado, se reemplaza con el vino del nivel inmediatamente superior (primera criadera), la cual a su vez es refrescada con la segunda criadera, y así sucesivamente hasta llegar a la última criadera que contiene el vino más joven.
Quizás la mayor singularidad sea el predominio de la uva Pedro Ximénez, que otorga a los vinos generosos y dulces naturales intensos aromas y una compleja paleta de sabores.
La uva P.X., de piel fina, casi transparente, alcanza tal punto de madurez que su mosto suele entrar en los lagares con alto contenido de azúcar, lo que, tras su fermentación, genera un vino con un porcentaje de alcohol natural de 15 grados. Esto permite que el vino pueda pasar a las criaderas sin necesidad de añadir alcohol vínico, como ocurre con finos de otras Denominaciones.
En el mágico proceso de crianza biológica destaca el uso de la levadura o velo de flor, responsable de dotar a los finos de un carácter seco y refinado.
Llenas las botas hasta las 4/5 partes de su capacidad, a los pocos días comienza a aparecer sobre la superficie del vino pequeñas “flores” blanquecinas, que terminan formando el “velo” bajo cuya superficie el vino adquiere una “nariz” especial, punzante, y un sabor seco, amargo y un punto salino que lo hace único e inconfundible.